Nutrición en pacientes con Colesterol elevado.
El exceso de colesterol puede tener un origen genético o estar asociado al estilo de vida. En un gran número de personas, los dos factores van unidos. El origen genético generalmente se pone de manifiesto por la presencia en la familia de personas con hipercolesterolemia o con problemas cardiovasculares. La obesidad, el sedentarismo y una alimentación con demasiadas grasas favorecen el exceso de colesterol. En algunas personas, la causa de este exceso puede ser una enfermedad preexistente (por ejemplo, hipotiroidismo), cuyo tratamiento es suficiente para recuperar la situación normal.
Si se padece de un exceso de colesterol, lo primero que hay que hacer es seguir un régimen. Este régimen, que consiste en comer alimentos con menos grasa y en seleccionar las grasas apropiadas, tiene dos objetivos: reducir la concentración de colesterol y proteger las arterias.
Comer alimentos con menos grasa. Si existe un exceso de colesterol, se recomienda reducir la proporción de grasas al 30% aproximadamente del aporte calórico diario.
Para lograrlo, es necesario disminuir las grasas añadidas a los alimentos (aceite, mantequilla, margarina, etc.) y las grasas presentes en algunos alimentos (carnes muy grasas, productos de charcutería, huevos, alimentos fritos, quesos, pasteles, etc.).
Seleccionar las grasas apropiadas. Las grasas están constituidas por elementos de pequeño tamaño llamados ácidos grasos, de los que existen tres tipos: los ácidos grasos saturados, los poliinsaturados y los monoinsaturados. Todas las grasas presentes en los alimentos están constituidas por una mezcla de estos ácidos grasos, pero en proporciones muy variables de un alimento a otro. Cada grupo de ácidos grasos tiene sus particularidades, que hay que tener en cuenta cuando existe un exceso de colesterol.
Los ácidos grasos saturados aumentan la concentración de colesterol, sobre todo de su porción más peligrosa para las arterias, el colesterol-LDL. Están presentes especialmente en las carnes muy grasas, los productos de charcutería, los quesos, la mantequilla, la crema, los pasteles. Por consiguiente, habrá que reducir el consumo de este tipo de alimentos y favorecer el de carnes magras, jamón cocido, yogurt, queso blanco, margarina.
Los ácidos grasos poliinsaturados disminuyen el colesterol “malo”, pero tienen dos inconvenientes: también reducen el colesterol “bueno” y son frágiles, por lo que existe el riesgo de degradación y de toxicidad en nuestro organismo si se consumen en demasiada cantidad. Están presentes sobre todo en el aceite de girasol, de maíz, de soja, y en muchas margarinas.
Los ácidos grasos monoinsaturados tienen una triple ventaja: reducen el colesterol “malo”, aumentan el colesterol “bueno” y no son frágiles. Por lo tanto, son los que hay que procurar consumir en mayor cantidad. Están presentes especialmente en el aceite de colza, de oliva y de cacahuete. Lo ideal es consumir estos aceites tanto para condimentar las ensaladas como para cocinar.
Si se padece de un exceso de colesterol, lo primero que hay que hacer es seguir un régimen. Este régimen, que consiste en comer alimentos con menos grasa y en seleccionar las grasas apropiadas, tiene dos objetivos: reducir la concentración de colesterol y proteger las arterias.
Comer alimentos con menos grasa. Si existe un exceso de colesterol, se recomienda reducir la proporción de grasas al 30% aproximadamente del aporte calórico diario.
Para lograrlo, es necesario disminuir las grasas añadidas a los alimentos (aceite, mantequilla, margarina, etc.) y las grasas presentes en algunos alimentos (carnes muy grasas, productos de charcutería, huevos, alimentos fritos, quesos, pasteles, etc.).
Seleccionar las grasas apropiadas. Las grasas están constituidas por elementos de pequeño tamaño llamados ácidos grasos, de los que existen tres tipos: los ácidos grasos saturados, los poliinsaturados y los monoinsaturados. Todas las grasas presentes en los alimentos están constituidas por una mezcla de estos ácidos grasos, pero en proporciones muy variables de un alimento a otro. Cada grupo de ácidos grasos tiene sus particularidades, que hay que tener en cuenta cuando existe un exceso de colesterol.
Los ácidos grasos saturados aumentan la concentración de colesterol, sobre todo de su porción más peligrosa para las arterias, el colesterol-LDL. Están presentes especialmente en las carnes muy grasas, los productos de charcutería, los quesos, la mantequilla, la crema, los pasteles. Por consiguiente, habrá que reducir el consumo de este tipo de alimentos y favorecer el de carnes magras, jamón cocido, yogurt, queso blanco, margarina.
Los ácidos grasos poliinsaturados disminuyen el colesterol “malo”, pero tienen dos inconvenientes: también reducen el colesterol “bueno” y son frágiles, por lo que existe el riesgo de degradación y de toxicidad en nuestro organismo si se consumen en demasiada cantidad. Están presentes sobre todo en el aceite de girasol, de maíz, de soja, y en muchas margarinas.
Los ácidos grasos monoinsaturados tienen una triple ventaja: reducen el colesterol “malo”, aumentan el colesterol “bueno” y no son frágiles. Por lo tanto, son los que hay que procurar consumir en mayor cantidad. Están presentes especialmente en el aceite de colza, de oliva y de cacahuete. Lo ideal es consumir estos aceites tanto para condimentar las ensaladas como para cocinar.